domingo, 7 de junio de 2015

VOTAR, ANULAR O NO VOTAR… ¿Es esa una cuestión?



Votar, dicen, significa ir a invertir mi mañana del domingo en hacer valer mi voz, ir a elegir a alguien, cualquiera que no sea uno de los que tienen la rebanada más grande de ese pastel llamado cámara, que se supone que toma decisiones pornosotros… por nosotros… o como sea; cederle mi dedo imaginario dotado de poder para erigirme como buen ciudadano a través de la representación temporal que ese personaje haga de mí. Qué papelazo voy a hacer, pienso. ¿Me imaginan? Yo, siendo la resistencia civil a través de un cualquiera que se doblega en algún momento para terminar rapiñando lo poco (o mucho) que aun le queda a este país; doblando las manos una tarde-noche, porque el curul ya me tiene las nalgas adoloridas y lo que quiero es llegar a cenar a mi casa; o poniéndome de rodillas mientras levanto la mano para aprobar la siguiente reforma y luego figurar en los titulares de los periódicos como una alianza por México, una coalición por el cambio, una izquierda cooperativa o… whatever.

Votar, dicen, fortalecerá a la oposición… ¿cuál oposición?, pregunto. ¿La hay? Informarme, aseguran, me inclinará por tomar una decisión más acertada. ¿Hay algo que me ofrezca (a mí, mexicana) la pseudoizquierda o la derecha? ¿De qué realidad debo informarme?, ¿de la historia personal y política de un candidato cualquiera que sigue la línea que le imponen?, ¿la de alguien que le apuesta al cambio a través de la misma estructura partidaria que entre una línea y otra termina siempre negociando nuestra suerte como nación?, ¿cuál oposición?, ¿cuál color, cuál cartera, cuál estrategia me convence para transformar el México con la historia de siempre?
Mi voz en una boleta electoral que ha sido sometida a conteo una y otra vez, y luego acallada por un sistema corrupto que si no desaparece urnas… las quema, se las roban, las manipula o las anula. Mi voz en la ilusión de decidir entre un montón de colores y terminar con este mismo amargo sabor en la boca, porque cuando debe estallar la guerra, mi representante me silencia con un llamado a la paz… sin máscaras, me dice, mientras mama del erario publico y un día, con todo y berrinche, se pasa a las filas de otro color que sigue ondeando un montón de voces que no se escuchan nunca.

Votar o no votar… por una pseudoizquierda que se arrastra y con rostros conocidos, por medio de spots multimillonarios, me sugiere ir a por el cambio con una bandera tricolor que ha masacrado a mis vecinos. O esa otra izquierda que silenciándome fue negociar cada una de las más recientes reformas progresistas para este país que se llena de, cada vez, más pobres y desempleados, o miserables, o muertos. Votar, tal vez, por esa otra pseudoizquierda que aprobó la Ley de aguas y subastó los petróleos nacionales para pasarlos de lo público a lo privado, porque el negocio no da para más.

Anular, dicen, como constancia de que ya no me chupo el dedo. Anular como recurso para gritar… ¿y luego qué? Anular… porque es el último recurso que tengo dentro de este sistema para pintar con la crayola unos huevos que van a terminar quemados en una bodega, aunque estén en pleno juicio frente a una organización internacional que respalda el derecho del eco de mi voz a ser grito y que luego, entre tanta noticia, ya ni es sorpresa que no diga nada.

Mi voz siento botada… mi voz quebrándose, porque lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit.

No votar, ¿porque mi voz no se oye?, ¿por qué mi voz NO SE OYE?, ¿por qué mi voz está herida o muerta en una de las tantas fosas que conforman este territorio que no me pertenece?, ¿por qué mi voz llora de hambre y es impotencia que no llega a ninguna parte?, ¿por qué mi voz maleducada no tiene derecho de ser dignamente representada, justa y es este cúmulo de opresiones, vejaciones, humillaciones y abusos que yo no pedí?, ¿por qué mi voz es silencio y sangre, y muerte?, ¿por qué mi voz es indiferencia?

No votar, porque hay que pagarle miles de dólares a una de mis conciudadanas para que manipule la voz de mi pueblo y luego abra los ojos en un charco de sangre.

No votar, porque necesito gritar ahora mismo y mi voz es nada.

No votar, porque tengo el mañana de mi hijo y mis nietos en mi voz entrecortada.

No votar, porque estoy muda, pero no ciega ni sorda.

No votar, porque tengo dos manos y todavía me queda esta semilla.

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